Que el cigarrillo electrónico es un sustituto al cigarrillo convencional con menos efectos negativos para la salud, es lo que desde las grandes tabacaleras nos quieren hacer ver, pero, ¿es del todo cierto?

El cigarro electrónico funciona con un liquido que contiene glicerol, propilenglicol, nicotina y ciertos extractos de hiervas y complementos alimentarios que conceden a cada marca y modelo un sabor característico.

En España ya se han tomado medidas para prohibir el uso de este tipo de dispositivos en edificios públicos, hospitales o zonas infantiles. La ley española se toma una postura precavida ante el uso de estos dispositivos.

Se han realizado muchos estudios sobre los posibles efectos de estos cigarrillos, los más relevantes hablan sobre la citotoxicidad, y la relacionaban no con la nicotina sino con la concentración de aromatizantes. Se estudio la citotoxicidad en los fibroblastos de los pulmones, encontrando que había citotoxicidad en ellos, pero si en las células madre, por lo que recomiendan no usarlo en embarazadas.

Otros estudios quisieron comprobar su uso para abandonar el tabaco, comparándolos con otras terapias de sustitución de la nicotina, pero los resultados de los mismos fueron completamente negativos. Los cigarrillos electrónicos no ayudan a dejar de fumar y se apunta al uso dual de cigarros electrónicos y convencionales.

Los estudios dejan claro ciertas conclusiones es que las emisiones de los cigarrillos electrónicos no son meramente vapor de agua, sino que contiene sustancias que pueden llegar a ser muy toxicas, dependiendo de la marca. Que estos mecanismos son una fuente de polución del aire, sobre todo en interiores, dando lugar a los efectos de fumador pasivo con sus consecuencias.

Por lo tanto y esperando futuros estudios podemos concluir que el cigarrillo electrónico es nocivo para la salud y no ayuda a la deshabituación del tabaco, como nos quieren vender las grandes marcas comercializadoras.